domingo, 5 de julio de 2009

Se trata de un simple esquema

Siempre queremos vivir un cuento de hadas, pero todos tienen su final, y aunque luchemos por hacerlo interminable, la cruda realidad, de manera más o menos absurda, siempre llega tarde o temprano (más temprano que tarde). Perdemos el tiempo esforzándonos por ser el mejor elemento de esa historia, cuando debemos asumir lo que somos en realidad. Yo he decidido creerme mi realidad, por dura que sea, porque para cuentos ya tengo los de los demás. La libertad (o la fatalidad) para elegir de que disponemos los seres humanos no podemos pasarla por alto, y hay que equivocarse unas cuantas - demasiadas - veces para aprender a afrontar una situación. Duele, a todos y siempre, duele; pero crecemos, todos y siempre, crecemos.

Para darme cuenta de esto, he tenido que cumplir 18 años y empaparme de tantas opiniones que ya mejor ni las cuento. Pero sobre todo, para que me echen una mano, he tenido que dejarme ayudar. Hasta ahora, me mentía con un "¡¡yo controlo chaval!!", y la vida, irónica, me decía "sí, sí.". Y, ahora, después de unos cuantos palos (y los que me quedan por sufrir), he dado un paso más. Aunque, sin lugar a dudas, cuando termine de escribir esto, entraré de nuevo en la rutina de mis errores.

Hay momentos en los que se lucha, se sobrevive y se avanza evitando la sinceridad hacia los demás y, lo que es más importante, hacia nosotros mismos. Pero esto no dura siempre: tan sólo conseguimos un poco de tiempo para nosotros, para aliviarnos, para probar suerte una vez más, para intentar convencernos de que el cuento de hadas puede ser nuestra realidad, para alargar un poco la calma previa a la tormenta. Pero, el instante en el que, en el silencio monótono de nuestra fantasía, escuchamos el ruido sin sentido del pasado que viene a recordarnos que no somos independientes de nuestra vida, justo en ese segundo, no podemos evitar darnos por vencidos y aceptar las consecuencias de nuestros actos.

Todo sigue este esquema: primero nos auto-engañamos, después tratamos de vivir, luego vienen los pequeños palos, los superamos contruyendo muros, pasa el tiempo y vamos rodeándonos de fachadas a cada cual más absurda, lo que provoca que nuestra fortaleza caiga por su propio peso; y así, una y otra y otra vez. Al final, llega el momento en el que nuestra vida no es más que un conjunto de ladrillos rotos que confunden nuestra realidad y la mentira de la que nos hemos estado alimentando. Y, para dar más juego, aparece esa voz en nuestra cabeza que grita con cierta satisfacción "¡ahora te jodes!". Sí, así es todo: cogemos las opciones fáciles y luego acabamos rodeados de mierda. ¿Y qué es lo peor? Que seguro que, antes de que empezásemos a equivocarnos, alguien nos advirtió de esto y le dijimos "¡¡yo controlo chaval!!".

1 comentario:

  1. ese último párrafo me ha calado en el fondo.
    Justo ahora despierto de una realidad que yo me había creado.
    Hace un par de días, no más, una amiga mía (no maría) me dijo:

    "papel, papel, papel...ése es tu problema, estás tan obsesionado con tu biografía que parece que la escribes antes de vivirla..."

    No puedo decir que yo sé, que yo solo arreglaré mi vida. Y tampoco me pueden ayudar porque no es mi vida es la vida que he fingido tener...

    "Justo ahora despierto de una realidad que yo mismo me había creado"

    ResponderEliminar