Yo solo quería andar sin rumbo; apurar el paso, y el vaso; tropezar de vez en cuando, y quizás repetir, solo si la piedra es bonita. Y jurarme no regresar.
Yo solo quería seguir construyendo mi inquebrantable muralla, con una puerta trasera para cuando la piel pidiera más.
Yo solo quería guardar las balas que se estrellaron en mi esternón, coleccionarlas, nombrarlas una a una; todo, para no olvidar que estoy mejor sola conmigo.
Yo solo quería restaurar mis aurículas, y desgarrar las de los demás.
Yo solo quería enseñar los dientes por las mañanas; por las tardes, odiar en silencio a las parejas que pasean cosidas por sus falanges; y llorar hasta la deshidratación por las noches.
Y entonces, apareciste tú, sin pedir permiso, con la mirada convencida y el pecho expuesto. Apareciste, valiente estúpido, para enfrentarte con mis gigantes. Y tras destrozarlos uno a uno, me pediste que sonriera.
Con eso fue suficiente para desordenar todo mi mundo.
Porque yo solo quería dejar de querer. Y ahora solo quiero querer(te) más.
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