viernes, 3 de diciembre de 2010

No es pedir tanto.. :)


Vámonos..
Hay un charco de lágrimas donde leo los tebeos de mi fascinación y una etapa de recreos donde aprendí a cantar, ¡Gol! Quedan a mis espaldas, creo, tus jadeos en mi cuello. Ser pequeño puede estar tan lejos. Ser pequeño es digno de admiración. Signo de admiración, ¡te quiero! signo de admiración y cierro: los ojos, la boca, los miedos, los huesos. Signo de admiración y abro: vámonos… Vámonos, a pintar la ciudad de rojo, regalar sonrojos, quitar el cerrojo. Vámonos… Vámonos, al ascensor parado, al vagón de metro, al mejor momento, vámonos. Signo de admiración y cierro otra puerta y adiós decepción. Signo de admiración y abro otra opción y entra la sangre y cierro otra puerta que abres con la radiografía de mi corazón. Joder, ¡y eso que aun no te conozco!

Quiéreme, manifiéstate de súbito, choquémonos como por arte mágico en el Bukowski un miércoles. Pidámonos disculpas, intentemos tirar el muro gélido diciéndonos las cuatro cosas típicas. Invitémonos a bebidas alcohólicas. Escúchame decir cosas estúpidas y ríete. Sorpréndete valorándome como oferta sólida. Y a partir de ahí, quiéreme. Acompáñame a mi triste habitáculo. Relajémonos y pongamos música. De pronto, abalancémonos como bestias indómitas. Mordámonos, toquémonos, gritémonos. Permitámonos que todo sea válido. Y sin parar, follémonos. Follémonos hasta quedar afónicos, follémonos hasta quedar escuálidos. Y al otro día, quiéreme. Unamos nuestro caminar errático descubramos restaurantes asiáticos, compartamos películas, celebremos nuestras onomásticas regalándonos fruslerías simbólicas. Comprémonos un piso. Hipotequémonos. Llénemoslo con electrodomésticos y regalémosle nueve horas periódicas a trabajos insípidos que permitan llenar el frigorífico. Y mientras todo ocurre, solo quiéreme.

Continúa queriéndome mientras pasan expeditas las décadas dejando que nos arrojen al hospital geriátrico. Inválidos, mirándonos sin más fuerza ni diálogo que el eco de nuestras vacías cáscaras. Quiéreme para que pueda decirte cuando vea la sombra de mi lápida “Ojalá, ojalá como dijo aquel filósofo, el tiempo sea cíclico y volvamos reencarnándonos en dos vidas idénticas y cuando en el umbral redescubierto de una noche de miércoles pretérita, tras chocarme contigo, girándote, me digas: uy, perdóname, ruego que permita al Dios auténtico que recuerde el futuro de este cántico, y anticipándolo, pueda mirarte directo a los ojos y conociéndolo muy bien, sabiendo el devenir de futuras esdrújulas, destrozando de un pisotón mi brújula, te diga: Solo quiéreme”.

Vámonos, vámonos, a pintar la ciudad de rojo, regalar sonrojos, quitar el cerrojo a esta puta prisión. Vámonos, vámonos, al ascensor parado, al vagón de metro, al mejor momento que encuentre el amor, vámonos. Signo de admiración y cierro otra puerta y adiós decepción. Signo de admiración y abro otra opción y entra la sangre y cierro otra puerta que abres con la radiografía de mi corazón. Joder, ¡y eso que me muero de ganas de conocerte!

No hay comentarios:

Publicar un comentario